Barcelona, el Deep State y la crisis que viene

Barcelona, el Deep State y la crisis que viene

El Financiero de El Garaje. LQSomos. Agosto 2017

Conviene ser cuidadosos a la hora de dibujar el marco en el que situar los atentados de Barcelona.

El marco global es el de los siniestros planes del “Estado Profundo” (Deep State) para el sometimiento por todos los medios de los países de la Unión Europea. ¿Quién va a sostener la salida de la OTAN y la soberanía, estando “tan amenazados”? ¿Quién se va a oponer a la utilización del ejército para “proteger” a la ciudadanía? El terror (como lo fue la creación del ISIS y la fabricación de las “primaveras árabes”) forma parte de una estrategia global de implantación del caos, de pérdida de soberanía y de destrucción de estados. Las corporaciones del Norte, sobre todo de los Estados Unidos, campando a sus anchas sobre un Sur desestructurado. Un mundo ideal.

Se hizo en Irak y en Libia, se intentó en Egipto, se ha fracasado -por el momento- en Siria. Ahora le toca a Venezuela (con su “revolución” fallida) y a todo el noroeste de América del Sur.

Se utiliza una estrategia parecida de creación del caos en las fronteras de Rusia y China (crisis de Ucrania y, ahora, de Corea del Norte).

Y se pone de rodillas a los pueblos de Europa. No conviene que Europa abandone su vasallaje. Por las buenas (ejemplo: la elección de Macron) y por las malas (no hace falta poner ejemplos).

Independientemente de quién constituya la mano de obra, la que ejecuta los atentados, este parece ser el marco general.

En un marco más próximo (que se inscribe dentro del anterior), los atentados de Barcelona son más difíciles de interpretar. Los de Londres, por ejemplo, resultaban más claros. Se podía pensar que, en el marco del conflicto Trump (más bien negocios que guerras) contra el Deep State (Mandos militares, agencias de Información, etc.), que busca la guerra a cualquier precio (en la línea Clinton-Obama) se estaba mandando un aviso para que Londres no dejase de apoyar la “línea dura”.

Por cierto, no subestimemos tampoco el conflicto social creciente (ya no solo político) en el interior de los Estados Unidos.

No sabemos cual ha sido el posicionamiento del gobierno español en estos conflictos. Rajoy ha procurado mantener una posición pragmática (con respecto a Trump). Quizás eso le ha producido una falsa sensación de seguridad. Situación que, irónicamente, recuerda a la “seguridad” que, justo antes del 11M de 2004, creía poder tener el gobierno PP debido a su entrega con respecto a Bush. Con el resultado que conocemos.

También se puede interpretar como una señal de que, para los que mandan, el Reino de España está ya maduro para la nueva crisis financiera que viene. La crisis de la deuda soberana que se va a llevar por delante muchas cosas. El modelo a seguir es Grecia y su empobrecimiento general.

En esa “vuelta de tuerca” del proceso de desguace actual, se inscribiría la persecución de la “corrupción cañí” que han protagonizado los dos partidos mayoritarios del Reino. No hay lugar ya, en ese marco general, para la corrupción de amigos, cuñados y otros familiares. Las corporaciones tienen que seguir reduciendo costes, y la corrupción salvaje es un coste inasumible, además de obstaculizar la “libre” competencia entre corporaciones.

Con respecto al proceso independentista catalán es posible que alguien haya calculado posibles efectos colaterales, por acción o por omisión. Pero ese no parece ser el marco a priorizar. Sería un error hacerlo. Además, resultaría difícil analizar en qué sentido precisamente actuaría ese cálculo. Porque, como (con razón o sin ella) en el pueblo catalán cale el sentimiento de que (desde el estado) se podría haber hecho más por evitar los atentados, el resultado puede ser una radicalización de dicho proceso. En cualquiera de los dos casos, más caos.

¿Pero no es eso lo que se busca?

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