El Beethoven sinfónico de André Cluytens

El Beethoven sinfónico de André Cluytens

Urania Berlín*. LQSomos. Julio 2017

Inspiración y poesía

Hablar de Ludwig Van Beethoven a estas alturas resulta casi ocioso. Probablemente se trate del compositor de “música clásica” más conocido de toda la historia, junto a W.A. Mozart. Sus geniales, únicas e inimitables nueve sinfonías son, también, probablemente las más archiconocidas y grabadas de todo el universo planetario. Para hacerme con el ciclo sinfónico del genial compositor de Bonn, me decanté por una integral no demasiado conocida entre el gran público, aficionado medio o sin mayores pretensiones, pero poseedora de unos valores musicales de primer orden transcurridos sesenta años de su registro. Se trata de la interpretada por el director franco-belga André Cluytens (1905-1967) con la Filarmónica de Berlín, grabada en el período que va de 1957 a 1960. De Cluytens ya se habló aquí hace algún tiempo a propósito de las magníficas versiones de las Oberturas del genio de Bonn que el director belga grabó con la misma orquesta.

Versiones de las sinfonías las hay de primera línea y abundantes en el mercado. No menos de una decena de buenos ciclos sinfónicos existen ahora mismo, algunos descatalogados. De la “vieja escuela” tenemos el del checo Rafael Kubelik, el del húngaro nacionalizado norteamericano George Szell, pasando por Herbert von Karajan (el de 1962 con “su” Filarmónica de Berlín, porque el resto que grabó son olvidables, incluidas las versiones para video a principios de los años setenta del siglo XX), Rudolf Kempe, Bruno Walter y ya menos recomendables, en mi opinión, estarían las de morosos como Leonard Bernstein, Otto Klemperer o la del húngaro Ferenc Fricsay. De las nuevas versiones (modernas) la verdad es que, entre unas pocas escogidas, he pasado de puntillas por casi todas ya que entiendo que ya está todo dicho en el mundo sinfónico “beethoveniano”, al margen de supuestas originalidades postizas hiperaburridas (léase las historicistas y otras de similar pelaje, vgr. Claudio Abbado) o productos formalmente bien acabados (Christian Thielemann).

André Cluytens fue un director no muy apreciado en su tiempo, pero que hoy (como siempre tarde y mal) goza de un moderado prestigio. Dan fe de ello las continuas reediciones de sus grabaciones a través de los sellos Testament o EMI (desde el referente operístico Boris Godunov de Mussorgski a joyas como el Réquiem de Fauré o la música para orquesta de Ravel). Titular de la Orquesta de la Sociedad de Conservatorios francesa (luego Orquesta de París), Cluytens dirigió a la Filarmónica de Berlín en el primer ciclo completo de sinfonías de Beethoven en sonido estéreo, obra encomendada por el entonces productor de prestigio Walter Legge. El resultado fue un extraordinario ejercicio de profundidad y naturalidad del discurso sonoro beethoveniano. Refinado que no “relamido” (afrancesado dirían algunos de sus críticos, siempre los más pedantes y “engolados). Sí, Cluytens tal vez se alejó algo del significado germánico de estas partituras, pero siempre se “adivinó” un traductor comunicativo, poético y de un atractivo innegable.

La Primera sinfonía es trazada por Cluytens con tempos algo lentos, reposados, pero serena y clásica, dotada de una expresividad fuera de toda duda (particularmente me encanta esta versión, aunque sea menos “ágil” que las comúnmente interpretadas). La Segunda, de claros contrastes dinámicos, es alegre e intensa en sus dos movimientos finales, con un brioso y cristalino tercer movimiento (Presto). La monumental Tercera es de otra galaxia, la mejor Heroica, en mi opinión, de todas las existentes, de una perfección abrumadora, ejecutada por la Filarmónica de Berlín de forma y manera insuperable. Las notas fluyen con naturalidad desde el primer compás y Cluytens le otorga a la sinfonía la necesaria claridad, ímpetu y luminosidad al primer movimiento (Allegro con brío), mientras que sobran palabras para definir el Segundo movimiento, la Marcha fúnebre, y los vitalistas Scherzo y Finale. La Cuarta sigue los mismos presupuestos de las anteriores sinfonías: robustez sonora y lirismo a partes iguales, con unos arrebatadores Allegro vivace y Allegro ma non troppo final.

La Quinta sinfonía (la más conocida y diría que, en muchos casos, manoseada en exceso) nos sorprende por un Allegro con brío inicial más bien lento, contemplativo (en el mejor sentido), pero equilibrado, que tiene su continuación en un magnífico Andante y un no menos enérgico Allegro final. La Sexta, la conocida “Pastoral” es otro prodigio interpretativo, llena de matices, idiomática y poética como pocas, muy superior a la registrada años antes con la misma orquesta (que además es en sonido mono). La Séptima es deslumbrante por el rigor y sabiduría narrativa desplegados en todos y cada uno de sus movimientos. Una fantástica versión, se mire como se mire. Con la Octava entramos de nuevo (al igual que en la Primera) un poco en el terreno de la morosidad, pero no necesariamente afecta al discurso global de la misma, aunque si sería deseable un poco más de intensidad rítmica. Y, en fin, con la mítica Novena, “Coral”, tal vez no nos encontremos con el ideal de la perfección idealista y humanista del sabio de Bonn, pero es una versión bien estructurada y con cualidades notables (buenos cantantes solistas), como no podía ser de otro modo estando a la batuta un excepcional maestro que dejó un ciclo sinfónico inolvidable.

* Urania en Berlín

Bego

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