El espectáculo de las banderas

El espectáculo de las banderas

Patxi Ibarrondo*. LQSomos. Octubre 2017

Arrastramos en este país demasiada caspa histórica e histérica. Aparte de los arribismos de quienes se apuntan a un bombardeo, sin empacho de “apearse del carro” ipso facto si las cosas se empiezan a torcer. Por de pronto y dada la ofensiva de las fuerzas de la España del inmovilismo en la penumbra del tiempo, el referéndum ha quedado muy tocado, por no decir hundido. Puigdemont pagará su ingenuidad, por haber secundado a ciegas a un galápago con demasiadas escamas. No olvidemos que Mas fue, durante largo tiempo, delfín de Jordi Pujol “el apañador”.

Pero el meollo del fondo sigue siendo si, en la España neofranquista y protodemocrática actual, cabe la posibilidad o no de celebrar un referéndum… instrumento político que, junto con las elecciones generales, es la fiesta mayor de la democracia. Parece ser que no. Y que todavía acarreamos demasiadas plumas de absolutismo (Fernando VII, Primo de Rivera, Frankenstein…) y ese pesado lastre nos impide soñar con el despegue del alicorto latifundismo y la montería; en fin, soñar con volar desde aires superiores a la escopeta nacional.

Aquello era difícil de tragar. Yo reconozco que cambié de canal y me dispuse a ver una serie de HBO cuando los telediarios abrieron con la descarga de testiculina nacionalista española. El discursito del Bobón VI ya me había parecido días atrás entre intolerante y odioso. Lo peor de la desilustración hispánica de Manolo el del bombo, ondeando banderas compradas apresuradamente en los bazares chinos para poner en los balcones de los pisos hipotecados y desahuciados por la especulación urbanística de los Ferrari y las tarjetas black…

Como todos los débiles de carácter, el borbónico Preparao optó por el postureo machacante. Una diatriba intransigente, torpe y nula de humanidad. La Constitución que es su alpiste no se toca; es sagrada como la Biblia del 78 que es y heredera de acojono parlamentario en cartel cuartelarlo en escena tras la Ópera Buffa del 23-F que dio lugar al texto jurídico sacramental del tricornio. Manual de uso y costumbres donde no tiene cabida, por lo prieto de su precepto borbónico obligatorio, la división de poderes democráticos propugnada por el barón de Montesquieu.

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