La venganza del “Kracken” a feira (mucho Rato en la cloaca)

La venganza del “Kracken” a feira (mucho Rato en la cloaca)

econo50Patxi Ibarrondo*. LQSomos. Abril 2015

Vivimos una época teñida de pesadilla y proclive a los neologismos chungos. A un país que se revuelca en el pasado tiránico, manteniendo en el poder a las sanguijuelas que roban y perpetúan la tiranía lo podíamos llamar la era del “pulporato”.

En el tempestuoso Partido Popular reside el mítico “cracken” de los mares acabados: los tentáculos de ese monstruo cuya misión es acabar con la esperanza de una vida basada en normalidad de la razón civilizada. Uno de los episodios más visibles es el “asunto Rato”.

Rodrigo Rato ha pasado en un flash de ser el alfa de la celebridad del éxito financiero al omega de la mierda maloliente a secas. Es un hecho comprobado que, en el ámbito del Partido Pútrido pasas de ser miembro de la dirigencia rampante de la Cofradía del Trinke, a no ser nada, un cero absoluto, en cuanto el baranda de los hilillos de plastilina se olvida de tu nombre. En ese momento pasas a ser a secas “ese señor (o señora) que pasaba por allí”. Es más, el ninguneo y la puerta cerrada suponen la señal que indica quién ha sido apuntado con el Dedo de la desgracia para caer rodando por el barranco del olvido y de la rejas judiciales.

Si alguna pasmosa cualidad tiene el camaleónico Rajoy es su facilidad para tomar distancia de sus lazos orgánicos con los correligionarios imputados por la justicia. Una ley que ellos mismos han firmado, para inmediatamente transformarla en gramática parda y usarla como papel higiénico.

Echando mano del tópico de la escalera del sube o baja, no se puede ser más gallego que Mariano; exceptuando quizá a los propietarios del pazo de Meirás. Lo cierto es que al protodelincuente Rodrigo Rato se le podía haber detenido hace mucho tiempo y mucho meneo en Bankia. El, confiado en su impunidad, seguía viajando en el lujo suizo, adquiriendo bienes hoteleros en Berlín y acumulando dígitos en los paraísos fiscales. Ahora le han parado los pies calzados con mocasines italianos. Al fin. Pero sorprende que no se aplique el mismo tratamiento a su colega Blesa.

Parece que la larga mano de la Moncloa ha esperado el momento justo para conseguir el mayor impacto y rentabilidad posible de la captura del pez gordo. El vengativo Rajoy ha esperado a hacerlo con el máximo en época electoral y con escarnio posible. Así, la imagen del reo Rodrigo rodeado de policías, redunda en beneficio del Partido, al que hay que servir por encima de todo. Dar imagen de firmeza contra la corrupción cuando estás empantanado en el fango. El asedio de la realidad no impide los deseos ocultos. Rajoy no olvida jamás. Rodrigo Rato era el delfín de Aznar y ambos no se cansaron de humillarlo en público en su momento. Ahora se ha sacado la espina.“No voy a hablar de la unidad del partido porque el partido está unido”, dijo Rajoy. Aplausos fervorosos de la Ejecutiva. No dijo que unos están más unidos que otros. Rodrigo Rato, como antes Luis Bárcenas, lo ha comprobado.

Al final, todo es una cuestión de ser o no ser. Huele a podrido en Dinamarca y el resultado que perdura en la Historia es una es una genial tragedia de Shakespeare. Apesta el aire pestilente de España y la consecuencia es el coro femenino de la zarzuela “las Corsarias”. Cuestión de culturas. Aquí triunfa el Opus. Por otra parte, la sede de la calle Génova se parece por momentos al asediado Fort Álamo del mítico Far West.

En resumen, convengamos que Rodrigo Rato no es un tonto cualquiera. Es élite, mal que pese a la inteligencia. Ha sido ministro y jerifalte del Fondo Monetario Internacional, como la actual Lagarde y el proxeneta Dominique. Desde luego, en este país de soslayos, disimulos y artistas del alambre de la res pública, el caso Rodrigo Rato es la proa de una élite cleptómana que domina todo en el aparato del Estado y se lo está llevando crudo desde 1978. Rato no es un advenedizo cualquiera. Es el que tocaba la campanilla del sumidero Bankia, el del uso propio más que generoso de las tarjetas “jetablack”…, trajes, rumba, mujeres, vino…. En fin, un destacado miembro de la lista de amnistía fiscal de Cristóbal Montoro; esos más de 700 privilegiados delincuentes que habían defraudado a la Hacienda pública por todo lo alto.

Y España es un cenagal con puertas giratorias, enchufes trifásicos, odios metafísicos con recámara, solar de intercambio de favores antidemocráticos. Eso es lo que se resume en la palabra corrupción general. Ya estamos listos para una limpieza. Tan solo falta el advenimiento de un Primo de Rivera tradicionalista salvador de la patria. Están en ello.

En fin, un financiero mundial, ex señor director del Gran Cefalópodo capitalista. Y eso por no echar la vista atrás y remontarse desde el 78 hasta el año triunfal de 1939. La fecha en que un país soberano y una cultura de la aproximación a la igualdad se convirtieron en Falangistán; un latifundio de caza y pesca, a modo de botín de guerra de los sublevados monárquicos del Eje germánico. Rato es un príncipe caído de los anchos privilegios y muchos estarán temblando por si se lía la manta a la cabeza y le entran los fervores del confesionario.

Como se cuele decir, Rato es la punta de un iceberg de dimensiones tan suficientes que puede hundir el “Titanic” de los percebes. Algo que no logró ni la tremenda catástrofe del “Prestige”.

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