Montgomery Clift

Montgomery Clift

Clift_Montgomery-Loquesomos1Carlos Olalla*. LQSomos. Agosto 2016

Amaba profundamente el teatro, el cine no le gustaba, solo hizo 17 películas, fue nominado cuatro veces a un Oscar que nunca ganó, murió con 45 años y, sin embargo, es uno de los actores más grandes de la historia del cine. Montgomery Clift revolucionó por completo el mundo de la interpretación. Rompió el molde del galán duro y fuerte para mostrarnos a héroes sensibles y vulnerables; fue actor del “método” antes de que Brando fuera Brando o Dean, Dean. Nadie como él ha sabido trasladar a la pantalla el sufrimiento interior de sus personajes, un sufrimiento interior que conocía bien ya que le acompañó durante toda su vida. Nadie como él huyó en el mundo del cine del dinero, la fama y los oropeles que siempre le acompañaron. Su mirada, esa mirada que habita universos lejanos o vetados al resto de los mortales, no se apagará jamás.

Nació en 1920 en Omaha, pequeña ciudad de Nebraska donde Marlon Brando nacería tres años después, en el seno de una familia acomodada. Su vida vino marcada desde el mismo día de su nacimiento. Cuando su madre dio a luz a su hermana Ethel no sabía que dentro tenía otro hijo, Montgomery. A los dieciocho años su madre se había enterado de que era hija bastarda de un aristócrata sureño. Ella dedicó su vida a que se hiciera justicia y la reconocieran como la aristócrata que era, pero su padre nunca la reconoció. Por eso decidió educar a sus tres hijos inculcándoles que tenían sangre azul y que eran superiores a los demás. Aquello la llevó a educarlos en su propia casa y a mantenerles muy aislados de los chicos de su edad. En un viaje que hizo con sus tres hijos a Europa presenciaron, entre otras muchas cosas, una representación de la Comedie Francaise y Montgomery (Monty) supo que sería actor. Nunca destacó en los estudios, pero sí en los escenarios, a los que subió siendo un adolescente. Integrado en una de las compañías teatrales más importantes de los EEUU, se formó sobre las tablas destacando desde el primer momento por su impresionante presencia escénica. Su belleza, su mirada verde y melancólica y su forma de actuar atraían irremisiblemente la mirada del espectador.

Era feliz en los escenarios, donde permaneció durante diez años, pero con lo que cobraba apenas podía mantenerse y en 1948 tuvo que aceptar protagonizar “Río rojo”, junto a John Wayne. Aquel año rodó otra película, “Los ángeles perdidos” que se estrenó antes que “Río rojo” y que le valió su primera nominación a los Oscar. Su forma de actuar era completamente diferente a la que el público estaba acostumbrado y enseguida pasó a convertirse en una estrella de algo que él odiaba: Hollywood. Fama o dinero nunca le interesaron, es más, constituían un grave impedimento para él ya que los estudios cinematográficos controlaban por completo su imagen pública y ocultaban su nunca escondida bisexualidad. “Me acuesto con hombres, pero me enamoro de las mujeres”, dijo en más de una ocasión. Aquella condición sexual en los años cincuenta no casaba con la imagen del galán que la industria necesitaba crear para asegurar sus éxitos de taquilla. Por eso Monty se veía obligado a esconder su vida privada. Eso, unido a los fuertes dolores que le produciría de por vida una disentería que había sufrido en un viaje a Méjico, le llevaron a tomar calmantes y a intentar olvidar su infelicidad en el alcohol. Fue un cocktail explosivo que le acompañaría toda la vida y que terminaría por matarle hace justo ahora cincuenta años.

Su personalidad, la de su madre, la necesidad de vivir una apariencia de vida que no era la suya y su carácter fuertemente melancólico y autodestructivo le Montgomery-Clift-loquesomos2adentraron en un camino hacia la muerte a pesar de que todos sus amigos, que fueron muchos y auténticos, intentaron evitarlo. Un simple “gracias, gracias” era toda la respuesta que recibían de Monty cuando le pedían que dejara de beber. En el mundo del cine la vida de Monty se conoce como el suicidio más largo vivido en Hollywood. Todos a su alrededor eran conscientes de que su vida acabaría pronto si no dejaba las pastillas y la bebida. Su madre declaró en una ocasión que algunas madres sufren al ver morir a un hijo pero que ella tuvo que sufrir viéndole morir cada día.

Elisabeth Taylor, a quien había conocido rodando en 1951 “Un lugar bajo el sol”, sería su amiga inseparable. Hay quien dice que ella se enamoró perdidamente de él y que le pidió que se casasen. También hay quien dice que escuchó más de una vez decir a Monty “si me hubiera casado con alguna mujer, sin duda habría sido con ella” La relación entre ambos fue muy estrecha desde el mismo día en que se conocieron. Ella tenía 18 años y trabajar junto a un monstruo de la pantalla como Monty la tenía aterrada hasta que le conoció y vio que, tras aquella mirada y aquella cálida sonrisa, vivía un corazón atormentado que buscaba cariño y comprensión desesperadamente. Juntos llegaron a rodar tres películas.

Precisamente en el rodaje de una de ellas, “El árbol de la vida”, en 1956, ocurrió la tragedia que marcó los últimos años de vida de Monty. Ella daba una fiesta en su casa y había invitado a muchos amigos. Monty era uno de ellos pero excusó su asistencia por lo cansado que estaba tras el día de rodaje. Ante la insistencia de ella, finalmente aceptó ir. Entrada la noche y borracho perdido Monty cogió el coche para volver a su casa. Uno de sus grandes amigos, el también actor Kevin McCarthy, viendo su estado y ante la imposibilidad de convencerle de que no cogiera el coche, acordó con él ir justo delante suyo marcándole el camino de regreso a su casa. No pasaron de la segunda curva. El coche de Monty cayó por un terraplén chocando frontalmente con un poste de teléfonos. McCarthy intentó ayudarle pero era imposible sacarle del coche, que había quedado destrozado. Volvió corriendo a la fiesta para avisar a sus amigos y, como las puertas del coche de Monty estaban bloqueadas por el accidente, Elisabeth Taylor, la más pequeña del grupo, entró por el maletero para intentar atenderle. Al llegar junto a él vio que se estaba ahogando porque tenía algo en la garganta. Con su propia mano sacó cuatro dientes que no le dejaban respirar. Aquel gesto le salvó la vida.
Por contrato Monty estaba obligado a acabar la película. Tenía la cara destrozada y estuvo seis meses convaleciente de las operaciones que le hicieron, pero finalmente acabó rodando las secuencias que faltaban. A pesar de su carácter melancólico, siempre había tenido sentido del humor y en el rodaje solía bromear diciendo que la película sería un éxito porque la gente iría al cine para intentar averiguar qué escenas se habían rodado antes y qué escenas se habían rodado después del accidente. Y no se equivocó.

Su adicción a los calmantes y al alcohol se acentuó profundamente tras el accidente. Él, que solía preparar sus personajes concienzudamente y pasaba horas frente al espejo estudiando su expresión, retiró todos los espejos de su casa. Su rostro había perdido la expresividad que tenía antes del accidente ya que había quedado parcialmente paralizado y, aunque los cirujanos le habían recompuesto magistralmente su cara destrozada, su carrera inició un profundo declive al que ayudó la fama que tenía entre la profesión de ir borracho y colocado a los rodajes. Él, que siempre había intentado evitar memorizar los guiones a pesar de ser un actor muy meticuloso con su preparación y su forma de actuar, tenía cada día más problemas para aprenderlos. Los productores dejaron de llamarle y, aunque rodaría diez películas tras el accidente, ya nada fue como antes.

Montgomery-Clift-Brando-LQSomosPese a su carácter autodestructivo, Monty siempre fue un luchador a la hora de crear y preparar sus personajes. Él sabía que podía seguir dándoles vida como lo había hecho hasta entonces, pero los productores no querían correr riesgos y cada vez recibía menos guiones. Stanley Kramer, sin embargo, creía firmemente en él y le ofreció uno de los papeles principales de “Vencedores o vencidos” junto a Spencer Tracy. Monty se lo agradeció profundamente pero le pidió que le dejase interpretar otro mucho menor, el de un enfermo que había sido esterilizado en los campos de concentración y que solo tenía una aparición de 7 minutos en la película en una desgarradora declaración ante el tribunal. Kramer aceptó sabiendo que Monty haría una interpretación memorable. Cuando llegó al rodaje no se sabía el texto, pero eso a Kramer no le importó. “Improvisa, Monty, saca lo que llevas dentro cuando el fiscal te presione”. Y Monty lo hizo dando tal verdad a su personaje que hizo que le nominaran al Oscar por cuarta vez.

A pesar de ello la mayoría de productores le seguían teniendo vetado. Solo la insistencia de Elisabeth Taylor hizo que le llamaran para rodar “Reflejos en un ojo dorado”, a las órdenes de John Huston. Monty firmó el contrato. Le ilusionaba mucho volver a trabajar con su íntima amiga y con un director como Huston, pero nunca pudo rodar la película. Su cuerpo, maltrecho por tantos abusos, apareció muerto pocas semanas antes del rodaje en su apartamento de Nueva York. Fue otro de sus más fieles amigos, Marlon Brando, quien, rindiéndole un homenaje rodó la película.

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