Otro terrorista yihadista

Otro terrorista yihadista

Juan Gabalaui*. LQSomos. Marzo 2017

La muerte de un ciudadano francés por disparos de la policía en el aeropuerto parisino de Orly ha vuelto a poner en evidencia uno de los problemas que padecemos en la Unión Europea. Un problema que se puede valorar también como un síntoma del empobrecimiento moral que, a su vez, se traduce en las políticas europeas, fundamentalmente en las migratorias y económicas, en el funcionamiento antidemocrático de parte de las instituciones europeas, los partidos políticos y el auge del fascismo. Hoy los musulmanes se han convertido en el enemigo número uno de una parte no desdeñable de la población europea y el odio y el desprecio que suscitan son comparables al pensamiento anti judío que infectó Europa a lo largo de la historia. Este pensamiento formó parte del contexto necesario para cometer una de las mayores atrocidades en el siglo XX. No es difícil encontrar en la red caricaturas de musulmanes con cara y cuerpo de cerdo, siendo expulsados de Europa de una patada en el culo, de la misma manera que no era raro encontrar ilustraciones de judíos caracterizados como cerdos en determinadas revistas y periódicos alemanes. El judío se vinculaba a la usura y el musulmán se vincula al terrorismo. Ambos traicioneros y malvados.

No es diferente al proceso de deshumanización por el que pasan otras etnias y colectivos que son sistemáticamente rechazados. En el genocidio ruandés los tutsis eran cucarachas a las cuales se las podía matar sin remordimiento alguno. Pero el odio hacia los tutsis empezaba en la infancia, en los colegios, en las familias y en los medios de comunicación. Después solo hizo falta encender la mecha. Los gitanos, los negros de Europa, son ladrones de los cuales hay que defenderse y para ello en varias ciudades y pueblos europeos se han construido muros [algunos de ellos ya derruidos] para separar los barrios gitanos de los que no lo son. La mayor parte de los no gitanos tienen prejuicios hacia los gitanos. Nos los han transmitido a través del lenguaje, de la ocultación de su historia y de la deformación y folclorización de su cultura. Detrás de todo ello está el odio y el desprecio pero, sobre todo, el miedo y la ignorancia. Las víctimas propicias son aquellas que tememos. Son una gota diferente en un mar de gotas uniformes. Así intentamos conjurar con el ataque al “extraño” los miedos que la inestabilidad y la injusticia del mundo nos genera.

Los prejuicios son producto de una economía del pensamiento. Las realidades complejas son más difíciles de captar por lo que aquello que nos ayude a simplificarlas es bien recibido. Los medios de comunicación serían una herramienta poderosa para poder entender la complejidad de la realidad política y social pero los grandes medios se pliegan a intereses que nada tienen que ver con la información. Las noticias se redactan pensando en los prejuicios de quiénes las leen. Es más poderoso un titular que diga que “Nicolás Maduro es un dictador” que un artículo que explore la situación política y social de Venezuela y las claves culturales e históricas que nos ayuden a entender lo que ocurre en un país desconocido [incluso para aquellos que lo defienden a sangre y fuego]. Un mundo en el que twitter triunfa es propicio para la información píldora. Hablar de la complejidad requiere estudio y análisis y ya no tenemos tiempo para eso con tantos whatsapps que recibimos. Mucho menos los periodistas que saben que su sueldo depende de que no investiguen demasiado no vaya a ser que la línea editorial del medio en el que trabajan se revele como falacia.

Los políticos y los medios de comunicación son conscientes de los prejuicios de quienes les votan y los consumen pero lejos de reducirlos se abonan a engordarlos cuando los intereses mayores así lo requieran. Además una vez creados, los prejuicios cobran vida propia y el coste de su mantenimiento es cercano a cero. Por ejemplo, Russian Today (RT), que es considerado por algunas personas de la izquierda un medio alternativo confiable, no dudó en ilustrar el incidente violento en el aeropuerto de Orly con unas fotos en las que aparecían musulmanes en el área de recogida de equipaje. En el texto de su mensaje en twitter aparecía la palabra “bombas”. La asociación es rápida y poderosa. Aunque lo sucedido no tenga que ver con un ataque terrorista, las primeras horas del suceso sirvieron para encuadrar lo sucedido de una manera que todos lo “entendiéramos”. Ni la policía francesa ni el Fiscal de París, François Molins, ayudaron. Por supuesto. La precaución en las declaraciones brilló por su ausencia. Así terrorismo, radicalización y extremadamente peligroso fueron palabras claves que enmarcaron lo que hizo una persona que se llamaba Ziyed Ben Belgacem. Una persona con pasado delictivo por robo y tráfico de drogas que se convirtió en “otro terrorista yihadista”. Que no lo fuera es para muchos intranscendente.

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