Abducidos por la estupidez, el miedo y la barbarie

Abducidos por la estupidez, el miedo y la barbarie

san-pokemon-loquesomosCarlos Olalla*. LQSomos. Agosto 2016

Millones de personas salen al unísono las calles de todo el mundo para cazar unos bichos virtuales en un juego de realidad aumentada. Son como zombies pegados a su móvil totalmente ajenos a la verdadera realidad que les rodea. Están abducidos por una extraña fuerza que les guía incansablemente a los lugares más insospechados de todo el mundo. Y todas ellas, sin dudarlo, se dejan guiar por esa misteriosa fuerza. Comisarías de policía en Australia informando a los jugadores que no es necesario entrar en ellas para cazar a uno de los bichos del juego. Titulares de prensa de tono patriótico destacando que “Un español ha sido el primero en conseguir cazar los 145 bichos de Pokémon Go”, asegurando que ha necesitado 22 días y sus correspondientes noches para lograr tal heroicidad. Más de cinco mil jugadores tomando la Puerta del Sol para batir el “record” mundial de jugadores, un hito que ha merecido primeras páginas de más de un medio y la apertura de más de un informativo relegando al silencio las verdaderas noticias del mundo real como el sufrimiento de los refugiados, los bombardeos en Siria, la tragedia de las pateras… Que un simple juego virtual sea capaz de unir a millones de personas en todo el mundo, más allá de razas, sexos o creencias, haciéndolas salir a las calles mientras a las manifestaciones de protesta por el genocidio real al que estamos asistiendo en directo apenas van unas miles es verdaderamente descorazonador. Pero ¿en qué mundo vivimos?, ¿Hasta dónde puede llegar la estupidez humana?, ¿Cómo es posible que hayamos llegado a esto?

Habrá quien considere que mezclar a los refugiados con Pokémon Go es demagogia, pero no lo es, es ponernos frente al espejo que refleja en lo que nos hemos convertido. El mismo avance tecnológico que permite crear un juego de realidad aumentada es el que también nos permite estar informados de todo lo que está pasando a nuestro alrededor. Hoy nadie puede decir que desconoce lo que la UE está haciendo con los refugiados, nadie puede pretender no ver las miles de muertes que cada año se producen en nuestras aguas, nadie puede argumentar el “yo no lo sabía” con el que la conciencia del pueblo alemán se protegió del genocidio que Hitler llevó a cabo. Hoy todos sabemos lo que está pasando, todos vemos lo que está pasando, todos permitimos lo que está pasando. ¿Qué les diremos a nuestros hijos cuando estudien en los libros de Historia lo que está pasando con los refugiados?, ¿Qué jugamos al Pokémon Go?, ¿Qué cazábamos bichitos virtuales mientras miles de personas reales morían bombardeadas o ahogadas frente a nuestros ojos?

El grado de manipulación del ser humano que hemos alcanzado solo puede entenderse desde el total aislamiento del individuo de la realidad, desde su más san-pokemon-go-lqsegoísta egocentrismo y su más supina estupidez. Solo desde ese individualismo, desde ese “sálvese quien pueda”, del “conmigo eso no va” o el “yo es que paso de política” puede entenderse lo que está pasando. El sistema ha alcanzado un grado de refinamiento nunca conseguido a lo largo de la Historia: nos ha aislado e individualizado de tal manera que ha hecho que no veamos las cadenas con las que nos esclaviza y que incluso nos creamos libres. Ese es nuestro drama. El ansia de liberación de los esclavos y de las clases oprimidas ha sido el motor que ha hecho avanzar la Historia, que ha conseguido avances en temas sociales, laborales, de derechos humanos… suprimida esa ansia de liberación la esclavitud invisible a la que nos somete el sistema resulta invencible. Por primera vez en la Historia los esclavos, los desfavorecidos y los explotados, no se rebelan porque, por primera vez en la Historia, creen que no son esclavos, ni desfavorecidos, ni explotados… No hace ni cinco años hablábamos con pena de los pobres “mileuristas”, nos parecía totalmente injusto condenar a los jóvenes “mejor preparados” de la Historia a vivir en aquellas condiciones y con un salario indigno. Hoy quien gana mil euros es afortunado. La precariedad laboral ha llegado a extremos de crear una nueva clase social, los precarizados, los que trabajan pero no consiguen un salario que les permita mínimamente vivir. Y todos callamos, seguimos votando a quienes nos precarizan, a quienes nos roban, al partido más corrupto de la Historia denuestra mal llamada democracia… Todos callamos porque tenemos miedo, terror a perder nuestro puesto de trabajo, si lo tenemos, o a no encontrarlo, que es lo más normal. Esa es nuestra realidad: somos nosotros y nuestro miedo, nos han paralizado con su doctrina del Shock. Nos han vencido sin que siquiera nos hayamos dado cuenta.

Función-benéfica-en-favor-de-niños-con-enfermedades-mitocondriales-Leganés-23-de-diciembre-de-2014-300x225Hace un año y medio decidí bajarme públicamente de los escenarios para denunciar las condiciones en las que los actores nos veíamos obligados a trabajar. Prometí no volver a subirme a un escenario mientras no bajasen el IVA cultural. Elegí el IVA porque era el elemento más fácilmente identificable con nuestras precarias condiciones laborales, pero no porque fuera el único. He cumplido aquella promesa y lo seguiré haciendo mientras nuestro trabajo siga tan precarizado. No tomé aquella decisión pretendiendo ser la bandera de enganche de nadie, no lo hice para que alguien me siguiera, sino para que todo actor y toda actriz, antes de subirse a un escenario, reflexionase sobre si lo que iba a hacer era defender nuestra profesión o prostituirla. Me sorprendió la enorme respuesta que recibí, con más de siete mil comentarios y muchos más “me gusta”. La mayoría de esos comentarios eran de compañeros y compañeras de profesión. En su inmensa mayoría eran cariñosos mensajes de apoyo y respeto a mi decisión. Eran comentarios de lo más variado aunque todos, de una u otra manera, tenían un denominador común: el miedo. Sí, el miedo. Expresiones como “Qué valiente” o “Jo, qué huevos” fueron las más comunes. El hecho de que de mi decisión lo que más llamara la atención fuera su hipotética valentía tan solo reflejaba el profundo miedo que sentían quienes se quedaron con ese análisis. Aquel gesto no era más que el grito de un compañero de profesión denunciando una precariedad laboral que casi todos padecemos y de la que todos, de una manera u otra, somos responsables. La respuesta, me lo hizo ver muy claro, era que no se haría absolutamente nada por acabar con ella. Como así ha sido. Y así nos va.

Nos han hecho creer que la solución a los problemas que padecemos es algo muy complicado y que está lejos, muy lejos, de nosotros, que son los políticos, y solo ellos, quienes pueden solucionar nuestros problemas. Hemos llegado a autoconvencernos de que nosotros solos no podemos solucionar nada. Es así como les dejamos cometer cada día más atrocidades, dejándonos anestesiar por esa sensación de impotencia que todo lo justifica. ¡Qué fácil es no salir a las calles a protestar y a defender nuestros derechos dejando que lo hagan otros porque, como nos han inculcado bien, “no va a servir de nada”! Somos nosotros, los ciudadanos, y solo nosotros, los últimos responsables de todo lo que está pasando. Y lo somos por acción o por omisión. Por acción votando una y otra vez en función de lo que creemos que conviene más a nuestro cobarde bolsillo. Por omisión, mirando a otro lado y pretendiendo no ver las injusticias que hay a nuestro alrededor pensando que no nos afectan, que, gracias a Dios o a quien sea, a nosotros eso no nos pasará si seguimos luchando solo por nosotros para poder llegar a fin de mes y no nos metemos en follones que a nada conducen.

Es el miedo, el profundo y paralizador miedo, el que hace que los ciudadanos permitamos que se cometan las injusticias que vemos a diario. El miedo y la insensibilización a la que nos ha llevado la costumbre de ver la muerte despersonalizada en nuestros informativos, esos que hablan de números y no de nombres, de adjetivos y no de personas. ¡Qué lejos queda la triste figura de Aylan, aquel niño sirio ahogado cuando intentaba huir de la guerra! ¡Y cuántos Aylanes más hemos permitido que mueran!

Decía que mezclar el tema del Pokémon Go con los refugiados no es demagogia porque esa misma tecnología que ha sacado a tantos millones a jugar a las Pokemon_Go-Puerta_del_Sol-quedada_lqsomoscalles nos ha permitido verlo no solo a nosotros, sino también a las víctimas directas de la injusticia y la barbarie. La foto de los niños sirios que viven bajo las bombas mostrando un bicho del famoso juego para llamar nuestra atención es una de las imágenes más pavorosas que he visto en años. Esos niños, desde la inocencia más absoluta, nos están diciendo: ¿Cómo puedes dedicar tu tiempo, tu dinero y tus esfuerzos a cazar esos bichitos mientras permites que me bombardeen a mí, que no he hecho nada?, ¿No crees que le darías más sentido a tu vida salvando de la muerte a personas reales que cazando bichos virtuales?, ¿Cómo es que no haces nada para ayudarme a huir a un lugar donde no tenga que morir? Viendo las imágenes de todos esos millones de jugadores abducidos al unísono por la estupidez y el egoísmo coexistiendo con las de los niños bombardeados en Siria y otros tantos países, cuando no ahogados en nuestras propias costas, no puedo evitar imaginarme a esos mismos abducidos jugando y riendo mientras cazan bichos por los callejones de Auswitch, Birkenau o Mauthausen mientras gasean a millones de personas. ¿Qué pensaríamos viendo una escena tan desgarradora como ésa?, ¿Qué quieres que piensen hoy esos niños bombardeados viendo por la televisión que cada día son más quienes en nuestra democrática Europa votan a partidos racistas y xenófobos que les condenan a la muerte mientras nos dedicamos a jugar y a reír cazando bichos virtuales?

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