Algunas notas sobre el TTIP

Algunas notas sobre el TTIP

TTIP 23 LQSomosDiego Farpón. LQSomos. Febrero 2015

… y la lucha de clases

La lucha contra el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión, conocido como TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership) es una nueva oportunidad para la izquierda de volver a sus valores: revolución socialista e internacionalismo, lucha contra los estados burgueses y lucha contra las estructuras supranacionales del capital.

Sobre el TTIP, si no lo conoces todavía, puedes leer, por ejemplo, el breve texto de Alberto Garzón Espinosa y Desiderio Cansino Pozo (1) o el más extenso trabajo de John Hilary para la Fundación Rosa Luxemburgo (2).

Aquí no se trata de incidir sobre lo que supone el TTIP, cuestión ampliamente trabajada, sino de mostrarlo como expresión de la necesidad histórica del capital y situarlo objetivamente y como un elemento que puede ser vertebrador en la lucha contra el capitalismo.

Enfrentar el TTIP tiene, como toda lucha política concreta, dos vertientes. La primera, la coyuntural, exige constituir plataformas unitarias en las que poder aglutinar a la clase trabajadora y la pequeña burguesía frente al nuevo ataque de la oligarquía estadounidense y europea. La segunda, enmarcar la lucha contra el TTIP dentro del marco de la lucha de clases, como lucha contra la Unión Europea, los Estados Unidos y el sistema capitalista global.

Ambas vertientes son dialécticas: reforzando la lucha contra el sistema se refuerza la lucha contra el TTIP, y aglutinando en torno a la lucha contra el TTIP reforzamos la lucha contra el capitalismo en su conjunto. Son necesarias las plataformas y la implicación del movimiento revolucionario en las mismas, pero no es suficiente: como vanguardia de la clase hemos de tener nuestro propio discurso y desarrollar nuestra lucha, lo cual implica -tenemos los intereses del conjunto de la clase- trabajar por la construcción de espacios unitarios pero también hemos de señalar que derrotar el TTIP sólo supondrá retrasar los objetivos del capital oligárquico internacional, que volverá bajo otro disfraz, por lo que es necesario que adquiramos conciencia de que la derrota eficaz y definitiva del TTIP sólo se puede dar en un marco de ruptura con el sistema económico actual.

La lucha revolucionaria siempre es una lucha concreta. Ninguna lucha que carezca de objetivos concretos en función del momento histórico es revolucionaria: se convierte en una abstracción incapaz de incidir en la lucha de clases y en la historia. Hoy necesitamos un análisis concreto del TTIP, algo que, como ya he señalado, se ha elaborado, pero también una propuesta concreta: ¿por qué luchamos contra el TTIP? ¿queremos parar el TTIP o queremos canalizar la lucha contra el TTIP para avanzar en la construcción del nuevo bloque histórico hegemónico que luche por otro modelo económico y social?

El TTIP no surge porque sí, no es ningún capricho de la oligarquía internacional, ni muestra ninguna maldad de dicha oligarquía: el TTIP es la concreción histórica del desarrollo del capital y sus necesidades objetivas. El capitalismo tiende a la concentración y centralización de capitales, y el TTIP es un gran avance legislativo para el desarrollo de la economía capitalista -el sistema jurídico es en lo fundamental, aunque no sólo, un reflejo de las necesidades del sistema productivo-. El capitalismo, fruto del proceso de concentración y centralización de capitales tiende a los monopolios. En este sentido el TTIP supone allanar el camino a la tendencia del capital, en un contexto de crisis -en las crisis, de por sí, se acentúan los mecanismos del capitalismo para producir su refundación- para favorecer, especialmente, a la oligarquía y perjudicar toda aquella economía que no sea monopolista u oligopólica.

La crisis orgánica del capitalismo se ha producido cuando ha sido imposible revertir la caída de la tasa de ganancia. El capitalismo muestra en estas crisis como tiene, objetivamente, un final: se produce un colapso del sistema económico que es imposible evitar. Hoy vivimos una crisis de sobreproducción: si los almacenes no están llenos es porque la tecnología permite darle a un botón y bajar el ritmo de producción. En los años treinta los almacenes estaban llenos de mercancías. Hoy, aunque son invisibles y no llegan a llenarse, ocurre lo mismo: estamos ante una crisis del mismo tipo. El sistema necesita, pues, destruir fuerzas productivas. Avanzamos a un contexto de guerras y de inestabilidad entre los polos imperialistas por ganar nuevas cuotas de mercado, así como por reducir derechos económicos, laborales y libertades. La guerra y el fascismo en Ucrania, más allá de otras consideraciones, es la guerra a las puertas de Europa, cuando la burguesía decretó hace años el fin de las guerras en las regiones del primer mundo y las guerras era imposible que llegasen aquí, siendo relegadas a África y países “no civilizados”.

El sistema económico vuelve a mostrar sus necesidades más allá de la subjetividad y el mensaje que hace llegar la burguesía para amansar, o intentar amansar, a la clase trabajadora. El fascismo en otros países de Europa -en auge o ya como un elemento estabilizado, aunque con distintos resultados en cada lugar-, tales como Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Croacia, Dinamarca, Eslovaquia, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Hungría, Letonia, Lituania, Noruega, Reino Unido o Suiza, sitúa un dibujo que sólo un irresponsable político negaría: las democracias burguesas -ya fuesen más avanzadas, y ejemplo para la clase trabajadora del resto de Europa, como las de Escandinavia, u otras- tienden al fascismo en los momentos de crisis estructural del sistema, y el fascismo es, ya, otra vez una realidad. La burguesía, aunque de momento lo tiene controlado, prefiere potenciar el fascismo y frenar la lucha obrera antes que permitir el desarrollo de un movimiento revolucionario que acabe con ella. La estabilidad de las democracias burguesas retrocede mientras la izquierda es incapaz de presentarse como alternativa, y sólo en España el populismo ha surgido bajo el disfraz del izquierdismo, mostrando nuevamente nuestro país como una excepcionalidad histórica en el tablero europeo. En Grecia, junto a Amanecer Dorado, el populismo está también bajo el paraguas de Syriza.

Frenar el TTIP requiere necesariamente la lucha de masas para intentar construir una ideología contraria a los intereses del gran capital, y también requiere unidad de acción a nivel, al menos, europeo. Se trata de construir una alternativa ideológica en un momento en que fruto de la crisis orgánica del capital se resquebrajan sus mecanismos de dominación a nivel mundial –lo que se expresa en distintos grados en función de las realidades concretas-. De esta forma, es necesaria una amplia unidad de acción, tanto en Europa como en España para hacer frente al capitalismo monopolista y ofrecer una alternativa revolucionaria y socialista a los pueblos de Europa, que sea capaz de canalizar no sólo la lucha contra el TTIP sino la lucha de clases en el marco de la crisis orgánica del capitalismo.

Es necesario, para ser consecuentes, una alternativa al TTIP. No se trata de seguir como hasta ahora, de seguir resistiendo a los nottip02ataques de la burguesía, sino de quebrar mediante la lucha todo el sistema. Como de lo que se trata no es de reforzar al estado burgués cuando sufre una crisis histórico, sino de derrumbarlo, no basta a la clase trabajadora con ofrecerle que no empeoren sus condiciones de vida, ya mermadas en un grado inimaginable aunque asumido hace pocos años, es necesario situar un futuro por el cual le merezca la pena luchar. La alternativa económica al TTIP es, necesariamente, una alternativa política y social. El modo de vida está en función de la forma de producción y las relaciones económicas. Contra el sistema económico y las consecuencias políticas y sociales a las que nos aboca el TTIP es necesaria la lucha por una Europa socialista, porque hoy objetivamente la lucha de clases en los estado-nación es insuficiente para poder derrotar los planes de la oligarquía, aunque las oligarquías aún sean nacionales y pervivan bajo la forma de los estado-nación.

Vivimos fruto del desarrollo el capital la época del fin de los estado-nación tal y como los concebíamos hasta ahora, lo cual, como proceso histórico será largo y dilatado en el tiempo, pero irreversible, con la problemática de la lucha entre las distintas oligarquías de los estado-nación para ser hegemónicos en la nueva composición y reparto del mercado mundial. La construcción de la Unión Europea, los distintos acuerdos económicos de Estados Unidos con otras regiones mundiales y ahora el TTIP muestran la necesidad de superar las estructuras supranacionales regionales, tales como la Unión Europea. Los estado-nación empiezan a ser un obstáculo para las burguesías hegemónicas a nivel mundial, y en lo concreto para los capitales monopolistas y oligárquicos, por lo que, fruto de las necesidades del capital, se están reorganizando las estructuras a nivel mundial. En este sentido, el reforzamiento de las multinacionales mediante el TTIP para los conflictos multinacional-estado demuestra que las necesidades del capital se ponen por encima incluso de las formas institucionales ya anticuadas aunque todavía vigentes de dominación de la burguesía.

Nuestro marco de lucha es europeo, aunque coyunturalmente adquiera todavía -y será aún por mucho tiempo- una forma nacional. Hoy ya no podemos derrotar a la burguesía española sin hacer frente de forma decidida a la burguesía europea -si es que alguna vez pudimos-. Hay una relación dialéctica entre ambas luchas: erosionando la hegemonía de la burguesía española erosionamos la hegemonía burguesa a nivel europeo, y erosionando la hegemonía de la burguesía europea, hoy vestida de Troika, erosionamos la capacidad de dominación de la burguesía española. No se trata, por lo tanto, de volver a los viejos estado-nación, que están superados por la historia, no se trata de soberanía nacional: se trata de construir una alternativa adecuada a nivel europeo. Una expresión de esta lucha, que no se ha desarrollado, fue la huelga general europea de 2012, estrella fugaz de la necesidad de una nueva lucha que, sin embargo, es la demostración de la coherencia de la lucha marxista, de la lucha por la construcción de una internacional, tal y como ya intentará en otras ocasiones el movimiento revolucionario, desde el propio Marx. Necesitamos un programa radical para una crisis radical y frente a la radicalidad de la oligarquía y sus planes, y necesitamos globalizar la lucha para vencer -y no encerrarnos en lo local- a un sistema global.

Notas:
1.- 50 preguntas y respuestas sobre el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea
2.- Una carta para la desregularización, un ataque al empleo, el final de la democracia

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