Banderas

Banderas

Juan Gabalaui*. LQSomos. Octubre 2017

169 votos a favor, ninguno en contra y once abstenciones. El comité central del Partido Comunista de España votó en 1977 que la bandera rojigualda ondeara junto con la bandera roja. Esta votación se produjo días después de que el PCE fuera legalizado por el gobierno de Adolfo Suárez. Es evidente la vinculación entre los dos hechos. Se tuvieron que hacer concesiones para que los militantes comunistas pasaran de la clandestinidad a la legalidad. Se aceptó la monarquía parlamentaria como sistema político y su simbología. Esto conllevaba unas renuncias. Se renunció a la república y a la tricolor. La construcción de la Transición y la Constitución del 78 dependía de que las fuerzas de la izquierda aceptaran las imposiciones de los poderes franquistas sobre el sistema político. Esto era innegociable. La Constitución está hecha de concesiones al franquismo lo cual es un indicador de que no se elaboró en libertad sino condicionada por uno de los elementos que formaron parte de su génesis. El miedo. También estaba la esperanza. Dejar atrás la dictadura sin tensar la cuerda, favoreciendo no el acuerdo sino la aceptación de unas condiciones que se convirtieron en el pecado original de una democracia en ciernes.

Se dice que los españoles votaron como sistema político la monarquía pero no es cierto. Para elegir hay que tener opciones y solo dieron una. La otra ni siquiera se planteó. Según contó Adolfo Suárez a la periodista Victoria Prego, las encuestas no eran favorables para la celebración de un referéndum. Y los poderes no convocan referéndums si no los van a ganar. Los españoles votaron la Constitución como un todo con la esperanza de pasar de la dictadura a un Régimen con libertades democráticas. Nos dijeron que la nación era indivisible, que el sistema político era la monarquía parlamentaria y que nuestra bandera era la rojigualda. La tricolor quedó para las manifestaciones de izquierda. Se convirtió en una bandera preconstitucional al mismo nivel que la bandera rojigualda con el escudo con el águila de San Juan. Este intento de equiparar ambas banderas resultó exitoso. Un invitado en un programa de la cadena SER comenzó su intervención diciendo que la bandera franquista era anticonstitucional y que no entendía que no hubiera tanta contestación social cuando se ondeaba la bandera tricolor en las calles. Ya sabemos que la preparación de los contertulios radiofónicos y televisivos deja mucho que desear pero lo que este invitado dijo lo piensan muchos españoles. Aunque sea mentira.

Casi cuarenta años después de la firma de la Constitución española hay que explicar que la bandera franquista no es anticonstitucional. A diferencia de Alemania, que prohibió la bandera e iconografía nazi y la apología del nazismo, el Estado español no prohibió la bandera ni la apología del fascismo español. Cualquier español puede ondear la bandera con el águila de San Juan sin miedo a ser detenido a pesar de exhibir un símbolo de una dictadura que asesinó, torturó y reprimió a miles de españoles. Es verdad que la prohibición alemana no ha evitado que partidos de ultraderecha, cercanos al ideario nazi, accedan democráticamente a su Parlamento, por lo que habría que plantearse si la prohibición es la solución, pero no es menos cierto que la gran mayoría de los ciudadanos alemanes rechazan el nazismo y su simbología. Son conocedores de su historia, sin manipulación, sin tergiversación ni mentiras. El nazismo forma parte de una de las épocas más oscuras y cruentas de la historia alemana. Mientras, en el Estado español la mirada hacia el franquismo ha sido más benévola. Sin duda que tiene que ver el hecho de que muchos de los que apoyaron y participaron de la dictadura, junto con sus familias, hayan mantenido cotas de poder sustanciales durante la postdictadura. No se critica a los tíos, padres o abuelos. Se pudieron equivocar pero eran buenas personas y, sobre todo, eran patriotas.

El desconocimiento de nuestra propia historia tiene que ver con la aceptación de la iconografía fascista y sus hechos históricos. No molesta demasiado que tengamos un monumento, en honor del dictador Francisco Franco y el falangista Primo de Rivera, como el Valle de los Caídos. No nos importa mucho que haya familias que aún hoy no pueden enterrar a sus familiares víctimas de la guerra civil y de la posterior represión. Ni tampoco que los colores de la bandera franquista sigan siendo los colores oficiales de la bandera del Estado. Los que gustan de la historia siempre recuerdan que el origen de esta bandera fue la época de Carlos III y consideran que este hecho histórico es un argumento imbatible para defender su idoneidad como símbolo democrático que pretende representar a todos los españoles. Pero ¿qué ocurre para que esto no sea de esta manera tan ideal? La bandera al igual que la monarquía es una de las imposiciones que aparecen en la Constitución. Lejos de pensar en una bandera que representara una nueva época con pretensiones democráticas se decidió seguir utilizando la bandera franquista con un corte quirúrgico. Prescindir del águila de San Juan tenía la ventaja de poder reivindicar la bandera borbónica, legitimándose en la historia, pero la realidad es que los fusilados de la época fascista fueron asesinados viendo la rojigualda, los mismos colores que aparecían en las instituciones de la dictadura, en el DNI o en la bandera que se besaba en el ejército franquista. La actual bandera del Estado tiene unas connotaciones fascistas que la publicidad que le están dando los nacionalistas españoles en la actualidad no pueden borrar.

Este hecho es ignorado o despreciado por una gran mayoría de españoles. Creen que esta bandera representa al pueblo español aunque en realidad sea el símbolo de una monarquía que está manchada por cuarenta años de dictadura. Las banderas colgantes de las ciudades españolas nos recuerdan a muchos las lagunas democráticas de esta sociedad, tan benévola con su propio pasado fascista y tan beligerante con los derechos del pueblo catalán a decidir su propio camino. El éxito de la Transición es hacerles creer que ellos decidieron algo pero por no decidir ni siquiera pudieron decidir qué bandera podría representar una nueva etapa, dominada por el miedo pero también por la esperanza de alcanzar las libertades democráticas que les habían negado durante décadas. La República Española, el antecedente democrático más cercano y tan vilipendiado por la derecha reaccionaria, eligió la bandera tricolor como símbolo de una etapa histórica. El Régimen postdictadura ni siquiera fue capaz de elegir una propia. Decidieron continuar con la anterior con retoques cosméticos. La derecha acogió esta idea sin ningún inconveniente. ¿Hubieran escogido de la misma manera la bandera tricolor? Esta clara la respuesta.

Los símbolos son importantes porque pretenden recoger la esencia de lo que representan. Si se quería iniciar una etapa nueva, que marcara distancia con la dictadura, se tendría que haber elegido una nueva bandera que representara a todos los españoles y no solo a aquellos que se sentían cercanos al fascismo. La eficaz propaganda posterior ha ampliado el número de simpatizantes aunque, solo en determinados momentos, han agitado las banderas sin vergüenza alguna: la consecución del mundial de fútbol y el referéndum catalán. Fuera de estos momentos casi lo hacen con pudor. El momento actual cambia esta situación y se agita con orgullo ya que se combina con la defensa de la unidad de España. La bandera se ha convertido en una manera de decir Yo soy español. Es la reivindicación de una forma de ser español. Vieja y rancia. Es esa España que se manifiesta contra los derechos de otros y que aprueba la represión del estado siguiendo el modelo de padre autoritario que tanto gusta a los conservadores. Pero sobre todo es la constatación del éxito de un plan preconcebido por los poderes franquistas. Con el tiempo los españoles se vestirían rojigualdos. Despojar de significado a los símbolos y resignificarlos funciona. Con la inestimable colaboración de los partidos políticos y medios de comunicación del régimen.

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