De nuevo, sobre la cuestión nacional

De nuevo, sobre la cuestión nacional

convo-debate-repu-lqsAntoni Puig Solé*. LQSomos. Septiembre 2016

La teoría marxista clave sobre la “cuestión nacional” fue desarrollada por Lenin, que defendió, a capa y espada, oponiéndose incluso a sus propios compañeros, la necesidad de reivindicar el derecho de las naciones a la libre determinación como un elemento central de la lucha comunista.

Se trata del derecho de toda nación de separarse del Estado que la retiene, sea para crear su propio Estado-nación independiente o para unirse a otro Estado (oal mismo del que se separa) en condiciones de igualdad. Aparentemente, es un derecho democrático-burgués. Pero en la práctica, este derecho es negado por los gobernantes capitalistas y por las potencias imperialistas, a excepción de cuando puede ser beneficiosos para sus planes, que entonces lo enarbolan y lo imponen, incluso por medio de la fuerza.

Lo que Lenin hizo con la defensa del derecho a la libre determinación, lo hizo a la vez con otros derechos democrático-burgueses, que los propios estados semi capitalistas y capitalistas, eran incapaces de reconocer. Consideró que, con el tiempo, acabarían contribuyendo al éxito de la revolución socialista. Esta idea sobre el carácter rupturista de las demandas democráticas, fue avalada por la práctica, con la revolución bolchevique de 1917.

Como regla general, Lenin no veía la necesidad de una secesión real, pero tampoco se oponía a ella. Consideraba que todo dependía de la situación concreta.

Para Lenin, la defensa del derecho a la libre determinación, no tenía porque perjudicar la unidad de la clase obrera dentro de las fronteras de un mismo Estado o entre los trabajadores de las metrópolis y los de las colonias. Si el proletariado quiere ganarse a las masas coloniales y a los campesinos que tienen muy arraigado el sentimiento nacional, debe incorporar sus reivindicaciones, integrarlas a la lucha general y poner de manifiesto que esta lucha general es el marco más adecuado para conseguirlas.

Lenin también señaló que la conciencia revolucionaria y el chovinismo nacional son incompatibles. Sostuvo que la defensa de los derechos de los pueblos y naciones era un elemento vital en la lucha contra el chovinismo de la clase obrera de los países imperialistas al igual que la de aquellos estados que se negaban a reconocer los derechos de otras naciones. Con ello, los obreros y campesinos que luchan por los derechos nacionales, verían que los trabajadores del país donde estos derechos se niegan son sus aliados, evitando hacer seguidismo a su propia burguesía nacional y utilizando todas sus potencialidades contra el Estado que sirve a los explotadores.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Lenin llegó a la conclusión de que el capitalismo había entrado en su época de decadencia, y que no haría otra cosa que dividir el mundo. El principal obstáculo que enfrentaba la clase obrera ya no era el feudalismo. Era (y es) el imperialismo capitalista. El proletariado, debía ser lo suficientemente maduro para extender la mecha de la revolución por todo el planeta.

Tras el triunfo de la Revolución Rusa, Lenin reforzó este convencimiento y consideró que la lucha por la independencia era el camino a seguir, especialmente en la colonias y que ello reforzaría la unidad internacionalista de los trabajadores en la época del imperialismo. En consonancia con este posicionamiento, buena parte de la prensa comunista, pasó a encabezarse con la consigna, “proletarios y pueblos oprimidos del mundo, ¡unámonos!.

Pero, ¿qué diablos es una nación? ¿es lo mismo que una colonia? y si no es lo mismo ¿el derecho a la libre determinación tiene validez para ambos casos?

La nación va vinculada a un territorio, pese a que a veces se vincula a otras cuestiones, como la raza o la casta. Lenin tipificó a los judíos que vivían en Polonia, primero como casta y luego como “nación”. Sin embargo, no les hacía extensible el derecho a la libre determinación, porque consideraba que los judíos no eran una nación territorialmente separable de la nación polaca o de la nación rusa. Ahora bien, esto no significa negar la lucha de los judíos por el reconocimiento de una serie de derechos. Lo mismo vale para los negros en los EE.UU o para las personas migradas y marginadas dentro del centro capitalista. Desde este punto de vista, no se comete ninguna aberración, al hablar, por ejemplo, de nación negra.

Es cierto que el desarrollo capitalista a moldeado determinados territorios -en los que no existían previamente lengua y cultura común, salvo la de los colonizadores- y luego los ha elevado a la condición de nación, concediéndoles, sobre el papel, la independencia. Quizás el caso más evidente lo tengamos en la manera como se ha parcelado África. Lo que ocurre es que cada uno de estos territorios ha tenido un trazo compartido: ser víctimas de tal o cual estado capitalista. De ahí que en un primer momento, todos sus pueblos se unieran, para combatir a este enemigo. Luego esta lucha acabó adoptando una características similares a las de un movimiento de liberación nacional. Esto no quiere decir que las diferencias enraizadas en cada uno de los territorios desaparecieran y que el imperialismo no acabe intentando sacar provecho de ellas, como hemos visto repetidamente.

Esto último ya nos viene a recordar la importancia que la lengua y la cultura tienen a la hora de conformar una nación. En el caso del Estado español, éste no es un tema menor. Se cometería un error si se asimilara a las naciones, catalana, gallega o vasca a una colonia. Ahora bien, a la vez, debemos considerar que hay un intento de eliminar sus lenguas y culturas, a través de políticas claramente coloniales, que poco tienen que envidiar a lo que hizo el imperio español en América Latina. Basta con recordar como fueron tratadas estas lenguas y culturas bajo el franquismo o como aún se habla hoy en día, de la “españolización” y de la “homogenización”.

Sin embargo, el trazo más importante es la existencia de una conciencia nacional surgida de la lucha masiva. Toda comunidad evoluciona con el tiempo. Por esto son tan relevantes las luchas actuales de reafirmación nacional en distintos territorios dominados por el Estado español. En cambio, son terriblemente perniciosas las actuaciones de aquellos que intentan desprestigiar y hundir estos movimientos, ridiculizando las palabras nacionalismo y patriotismo, como si no pudiera existir un patriotismo de resistencia, como lo fue, por ejemplo, el que enarbolaron los partisanos durante la Segunda Guerra Mundial, o como si todos los nacionalismos fueran iguales y sólo pudieran ser burgueses.

diana1Todo movimiento de liberación nacional tiene un carácter interclasista. En su seno siempre existe un lucha por la dirección. La situación política actual de la clase obrera, en todo el Estado español, es deficitaria. Este déficit es, precisamente el que provoca que este tipo de movimientos tengan un comportamiento claramente burgués. Pero el problema no se resuelve apartándonos de ellos y estigmatizándolos, sino superando los déficits políticos de la clase obrera y construyendo una verdadera política proletaria, también en lo referente a la cuestión nacional.

A veces sorprende ver cómo una parte del nacionalismo de izquierdas sostiene que el Estado español es irreformable. Esta afirmación puede ser o no incorrecta. Es incorrecta si se le da un sentido metafísico, desconfiando de la capacidad de lucha de las clases populares. Pero no lo es si consideramos que el actual Estado oligárquico y capitalista español es incapaz de dar satisfacción a las demandas democráticas de los pueblos. Esta segunda interpretación, estaría en línea con aquello del análisis concreto de la situación concreta que nos sugería Lenin y que él mismo aplicó para el caso ruso.

Cualquier cambio revolucionario exige movilizar a amplias capas de la población y evitar, a la vez, que otras capas se pongan en contra. La revolución bolchevique triunfó gracias al apoyo de los campesinos y soldados, algo que un tiempo después no logró la revolución alemana y que por ello fue derrotada. Para hacer posible una revolución democrática en España, hay que contar, como ya reconocieron marxistas tan relevantes como Maurin, Nin y Comorera, y como en cierta medida, también recogió José Díaz, con las potencialidades de los movimientos de liberación nacional. Sólo así se podrá vincular la lucha de liberación nacional de todos los pueblos, con la lucha de liberación social de la clase obrera de todos estos pueblos.

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