El zíper y la aguja

El zíper y la aguja

zipper-loquesomosYván Silén. LQSomos. Junio 2016

La verdad no es una teoría, es una experiencia.
Osho

Todos los seres pueden liberarse del sufrimiento.
Buda

Me subí el zíper tan violentamente, a la velocidad de la luz, que me pillé el prepucio. Cerré los ojos y vi a Dios. Grité con todos los testículos de mi alma y de mi cuerpo. Pero no pude contener la ira, ni el sueño, ni el delito. Me arrastré al espejo y me contemplé totalmente desnudo. Enmohecía. Herrumbraba. Me oxidaba. Estaba bizco. Estaba solo. No sabía cómo llamar a mamá, cómo llamar a Dios, cómo llamar a Exordio. Sangraba como luna blanca en el ocaso. El inconsciente gruñía.

Creo que me había levantado del otro lado de la almohada. Creo que me había levantado del otro lado de mí, del otro lado del espejo. Era una mañana luminosa. Era una mañana incierta. Todavía pensaba en los orgasmos de Laura, en el jabón mal oliente, en la navaja añeja. El hombre del espejo me miraba con el mismo desconcierto con que yo lo miraba. Mamá estaba lejos. Dios me miraba con el mismo dolor de mi prepucio.

Anoche había escrito toda la madrugada. Por eso cuando terminé el cuento corto para el concurso de los neófitos no pude contener las letras. No pude contemplar las palabras. Lo extraño del cuento se me tornaba raro. Estaba lejos de mí mismo. Mamá corrió a la coqueta y buscó la tijeras, buscó las agujas, buscó el hilo de alambre y me arrojó yodo contra los dientes del zíper. Estaba desmayado. Mamá, como si fuera Laura, me cortaba la piel como si fuera papel aluminio. El glande se tornaba rojo, se tornaba lila, se tornaba azul prusia. El falo se me llenaba de estrías, de intersticios.

Mamá y el ángel Exordio se reían de mi dolor y de mi ternura. Creo que soñaban unánimemente. Estaba iluminado. Me hallaba en éxtasis. Creo que estaba idiotizado (como el rostro fugaz de mis lectores). Mamá se me acercó. Me tomó el falo y me agarró el prepucio. Lo haló. Grité. Aullaba. Exordio me tapaba la boca. Estaba pálido, incongruente. Mamá enhebró la aguja: la clavó en el prepucio y comenzó a tejer como si cosiera a la muerte. Me desmayaba. Me moría. Creo que vomitaba. Hoy era domingo y era lunes y era martes. Hoy era el absurdo. El hombre del espejo gemía como yo. El yodo era brutal. Morir era incierto. Pero todo el dolor que me rodeaba era falso. Exordio era raro, pero Mamá era falsa. La luna del alba era insoportable. Me incorporé. Me metí en la bañera. Abrí los grifos. Me enjaboné furiosamente. Tenía prisa. Tropezaba conmigo. Me escurrí. Cerré las llaves de la ducha. Me sequé y me acerqué a mí mismo. Sangraba lento, coagulado. Me vestía precipitadamente. Me puse la playera. Busqué el pantalón negro y subí el zíper. Me pillé. Me desgarré. Grité. Mamá me contemplaba como si estuviera loca. Exordio me contemplaba como si fuera falso. Creo que me incorporé. Creo que había muerto.

1 de junio de 2015. Puerto Rico

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