Mauthausen, 70 años de olvido

Mauthausen, 70 años de olvido

mauthausen-liberación-lqsPatxi Ibarrondo*. LQSomos. Mayo 2015

Por muy horrendo que sea el mundo donde nos ha tocado vivir, hay cosas que aún sorprenden, quiebran la lógica y definitivamente no caben en la cabeza. El tópico de la dualidad reza que el ser humano puede ser un monstruo o puede ser un refinado artista. Un demente listo supo llevar a toda una nación alemana, de consolidada cultura racionalista, a la histeria colectiva, al sadismo inmenso y a la quintaesencia del horror, al paso de la oca.

El monstruo tenía un nombre: Adolf Hitler. Su especialidad fue el genocidio, y sus obras de arte más representativas, los campos de exterminio. Millones de personas fueron víctimas de esa borrachera de poder. Entre ellos unos cuantos miles de españoles.

Ahora se conmemoran los 70 años de la liberación de Mauthausen. En un principio este campo de concentración fue construido para alojar a los prisioneros españoles que eran capturados en el campo de batalla o en las clandestinas filas de la Resistencia francesa. A Mauthausen llegaban para reventar y morir. Sin embargo, frente a toda lógica, algunos sacos de huesos con piel y mirada brillante aún quedaban con vida cuando los soldados del ejército norteamericano liberaron ese campo de la tortura y de la muerte.

En su famosa y mítica cita ferroviaria de Hendaya, Hitler, como es natural, sabía lo que quería. El pequeño dictador español Francisco Franco que, frente a toda presunción, moriría en la cama del hospital La Paz (unos 40 años más tarde), instó a su colega germánico a la eliminación de los combatientes republicanos que se habían quedado sin patria. les despojaron de ella losfascistas.. Así lo quisieron Franco y su cuñado Ramón Serrano Súñer.. Su patria era su fusil.

Franco le pagó a Hitler ese favor con el wolframio de las minas españolas; y con un Madrid repleto de espías nazis conspirando. El wolframio era esencial para el revestimiento de la estructura de acero de los tanques “Leopard” alemanes, lo que les hacía más resistentes a las minas y a los proyectiles de los lanzagranadas de los aliados.

Los actuales sucesores del franquismo, hoy en el gobierno de España, acaban de protagonizar el escarnio de una pantomima. Otra paradoja más para el lavado de cara internacional. En España el gobierno está impidiendo que se escarben las fosas comunes y se haga realidad una Memoria histórica, la única forma de poner cada cual en su sitio, el gobierno ha acudido a Mauthausen para “homenajear” a los combatientes republicanos caídos en defensa de la legalidad de la II República. Se calcula que son 11.226 las víctimas sin exhumar de la represión franquista. Y fueron 3.500 españoles los que murieron atrozmente en los campos de Gusen- Mauthausen.

Se da la escatológica circunstancia de que la bandera rojigualda de los Borbón no ondea en estos actos conmemorativos, sino que está presente a todo trapo la enseña tricolor republicana. Pero Margallo, el ministro de Asuntos Exteriores, no se inmuta. Ha pasado por encima de este detalle, en nombre de su rey Felipe VI. En el pasado, Felipe González fue más coherente con su peculiar trayectoria política: se negó a participar, porque no ondeaba ante los hornos crematorios de Mauthausen el pendón español.

Es época de elecciones y todo vale por una foto. Margallo se ha hecho un “selfie” entre los cadáveres republicanos en favor del PP. Es lo que cuenta..

El próximo día 16 a mediodía estaré en el monumento de Camargo a los 55 combatientes cántabros que murieron luchando contra el nazifascismo. Por un doble motivo. Entre ellos estaba un tío abuelo mío, Luis Albo Camus, muerto en Mauthausen a los treinta años.

Ellos lucharon y entregaron sus vidas defendiendo un modo de vida distinto del fascismo fanático y sus secuelas ultraliberales, impregnadas de cinismo criminal, acogidas al socorrido aserto monetario de “el hombre es un lobo para el hombre”.

A él y a sus compañeros ojala que la tierra, en su sentido filosófico más profundo y fraternal, les haya sido leve; tras el enorme sufrimiento anónimamente padecido.

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Mónica Oporto

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